La primera mujer en asumir como vicedecana de la Facultad de Teología, para el período 2022-2026, lo hace con responsabilidad, compromiso y con el ánimo de colaborar en los desafíos actuales de la facultad y de la Iglesia.
La profesora Haddy Bello ha tenido un año intenso. En marzo obtuvo el grado de doctora en Teología con su tesis «La libertad como despliegue y autoconfiguración de la persona humana, al modo de la dinámica trinitaria del amor, en Edith Stein», siendo evaluada con la nota máxima por la comisión evaluadora; luego, se sumó a la planta ordinaria de la facultad, junto a las académicas Rocío Cortés y Ángela Pérez. Posteriormente, fue designada como la primera vicedecana en la historia de esta unidad para el período 2022-2026, decisión adoptada por el decano de la facultad, Fernando Berríos, y ratificada por unanimidad por los miembros del consejo académico y por el gran canciller de la UC y arzobispo de Santiago, monseñor Celestino Aós.
El área de desarrollo de la académica es la llamada teología sistemática, cuyo fin es formular una coherente, ordenada y racional presentación de la fe. Dentro de esta especialidad ha concentrado sus investigaciones en la antropología teológica, libertad, Edith Stein, escatología y Trinidad, entre otros.
“Mi preocupación fundamental ha sido el problema de la libertad. Mi tesis de magíster la hice sobre la libertad en el Concilio Vaticano II. Allí se habla de la Oboeditio fidei, o la obediencia de la fe. La constitución Dei Verbum, dice que cuando Dios habla, el ser humano debe prestar la obediencia de la fe. A priori, me parecía una formulación muy estructurada y poco espontánea, por ello quise profundizar en ella y estudiarla. Lo cierto es que la manifestación de Dios es tan potente, que el ser humano no puede ser indiferente a ella. El Concilio, afirma que el ser humano tiene que estar abierto a escuchar la voz de Dios. Aquí hay una dimensión de la vida del espíritu muy potente, que nos permite participar de la vida divina que se nos revela”.
Haddy Bello lleva 20 años vinculada a la facultad desde que en 2002 ingresó como estudiante. Dos décadas en las que ha visto cómo la facultad ha experimentado cambios profundos y a los cuales espera seguir contribuyendo con su liderazgo. En este sentido, asegura que su nombramiento es un gesto que rompe con 87 años de tradición y que grafica la evolución de la facultad en sus esfuerzos por promover espacios con equidad de género y en resaltar la relevancia de las mujeres al interior de la academia.
“En pregrado, tuvimos muy buenas profesoras, pero nunca estuvo la posibilidad de verlas como figuras que salieran de la sala y pasaran a tener un espacio en la toma de decisiones. De hecho, cuando entré, hace poco se había generado un cambio, estaba como decano Juan Noemi, el primer laico en asumir este cargo. En ese entonces era una utopía pensar en que hubiera una vicedecana o alguna mujer en un cargo similar. El cómo las mujeres, de a poco, se han ido integrando en espacios de toma de decisiones es muy importante, y este es un paso enorme”, afirma la vicedecana.
“El cómo las mujeres, de a poco, se han ido integrando en espacios de toma de decisiones es muy importante, y este es un paso enorme” – Haddy Bello, vicedecana Facultad de Teología
Agrega, que uno de los elementos que le ayudó a contar con la confianza para asumir este nuevo desafío fue, haber desempeñado su gestión, organización, trabajo en equipo y liderazgo, durante 4 años como subdirectora de investigación en la facultad. “Esa responsabilidad significó hacer surgir algo de la nada, crear documentos, protocolos, bases de concursos, sistematizar y registrar la información, vincularme y acompañar a los profesores. Dicha dinámica fue un impulso para mi carrera”.
De Maracay a Santiago
Haddy Bello nació en Maracay, Venezuela. Hasta los cinco años vivió en ese país junto a sus padres y luego, en 1987 llegó con ellos a nuestro país.
Su cercanía espiritual y religiosa la cultiva desde niña, gracias a las tradiciones familiares. Tanto su abuela como su madre la criaron en un ambiente en el que se fomentaba, sobre todo, la importancia de la figura de Virgen María. Sostiene que en su hogar se promovió un ambiente en el que lo religioso, como acción de gracias, era parte del diario vivir. No lo declara como una especie de obligación ritual, más bien, era un espacio en el que se hizo natural y cotidiano sentir la presencia de Dios y la Virgen en su vida.
Este entorno la motivó a iniciar un camino de fe y convicciones que quiso contagiar esta experiencia vital a los demás. Así, a los 14 años se confirmó y, rápidamente, se transformó en monitora de este mismo sacramento. Además, comenzó a desarrollar labores de coordinación en la pastoral juvenil. Organizó misiones, encuentros internacionales y hasta fue ministra extraordinaria de la Comunión. Desde entonces, no ha parado de dar cursos, catequesis y formación en general.
Durante sus estudios de pregrado en teología siguió desarrollando su vida pastoral intensamente. Realizó un riguroso trabajo de investigación sobre el venerable José Frassinetti, que incluso la condujo a trabajar esporádicamente en Roma.
“Quiero que mi trabajo sea un servicio para la comunidad y de esa manera, también para la Iglesia. (…) en cuanto apoyar, acompañar la vida académica y profesional de las personas que trabajan aquí y para la Iglesia, en el sentido de que esto que estamos haciendo en nuestra facultad, tenga lazos y un impacto positivo en la vida pastoral y con el episcopado”- Haddy Bello, vicedecana Facultad de Teología
Justamente, la academia le ha permitido llegar a la convicción de que fe y ciencia son compatibles y mutuamente necesarias. “Tenemos que utilizar nuestra racionalidad para vivir nuestra fe. No podemos solamente sentir las cosas; además, tenemos que entenderlas (…) Para mí, ciencia y fe van íntimamente de la mano, porque son dos realidad o dos discursos que me ayudan de manera complementaria a entender una única realidad que es la vida que es dada por Dios. Si creo en la Creación, creo en un Dios Creador y tengo que a través de las evidencias científicas poder entrar también en el misterio”, afirma.
Sobre la necesidad de reforzar el trabajo interdisciplinario, es enfática en señalar que siempre ha existido, aunque reconoce que desde el Concilio Vaticano II se ha hecho más patente el llamado de avanzar hacia el diálogo. “De salir de nuestro metro cuadrado y hacernos cargo de las necesidades de nuestro entorno, hacerlo con las artes, la literatura, medicina, filosofía, entre otras. Ejemplo de ello es, la ecoteología que ha surgido de la necesidad de asumir nuestra responsabilidad frente a la Creación. Tarde nos dimos cuenta de que nuestro ecosistema es sagrado y fundamental. En este sentido, estudiar a Edith Stein, para mí fue un aporte, aunque ella no trabajó la ecoteología, si promovió la responsabilidad integral del ser humano. Sensibilidad que abordó mucho antes de la encíclica Laudato Si, del Papa Francisco”, sonríe.
Los desafíos futuros
Haddy Bello se autodefine con un carácter conciliador, cercana y con una fuerte disposición al trabajo en equipo y a la colaboración. En este sentido, espera utilizar estas características y habilidades para cumplir con sus objetivos.
“Quiero que mi trabajo sea un servicio para la comunidad y de esa manera, también para la Iglesia. Para la comunidad, en cuanto apoyar, acompañar la vida académica y profesional de las personas que trabajan aquí y para la Iglesia, en el sentido de que esto que estamos haciendo en nuestra facultad, tenga lazos y un impacto positivo en la vida pastoral y con el episcopado. Soy consciente de que este cargo toca en la vida de otras personas, todas las acciones o decisiones afectan de una u otra forma, y eso hay que saber utilizarlo para sacar lo mejor de cada uno”, afirma.
Acerca de su nuevo rol como autoridad, asegura que buscará acompañar y llevar adelante los procesos que implican la proyección académica de los profesores y las profesoras, apoyando el fortalecimiento de la investigación y favoreciendo el diálogo entre los diversos actores que intervienen en esas dinámicas.
“En el ejercicio de mis funciones, como siempre, buscaré promover espacios de diálogo e inclusión entre todos los que participamos de la vida de la facultad. Eso es un desafío que parece pequeño, pero requiere el ejercicio de escuchar. Algo que no siempre es tan evidente en ambientes de excelencia y de alta exigencia, como es el caso de nuestra universidad”, concluye.